Salzburgo: El atractivo cultural de Austria
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- Publicado: Lunes, 11 Agosto 2014 12:25
- Escrito por Carlos García
La ciudad de Salzburgo es un importante centro del turismo internacional de Austria. Enclavada a orillas del río Salzach, a pocos kilómetros de Munich, la bella ciudad que explotaba en el Medievo la sal como oro blanco, está enseñoreada por el barrio medieval, la catedral, las iglesias, las estrechas calles y la fortaleza inexpugnable que vigila la paz de los jardines y los verdes valles que discurren al pie de los Alpes.
Con cerca de 150.000 habitantes, la urbe resalta por la blancura de sus edificios, el color límpido esmeralda del río y el verdeazulado y negro de las cúpulas de sus iglesias. Su color resplandece desde lo alto de la blanca Fortaleza, sobre un manto verde que se extiende desde la periferia, trufado de castillos, mansiones y lujosos chalets, como el del director de orquesta Herbert von Karajan (1908-1989).
Karajan, como Mozart, nació en Salzburgo. Y la ciudad guarda un recuerdo especial para sus afamados hijos en calles y plazas. Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), que murió en Viena, es el más recordado en esta preciosa ciudad barroca, que conserva aún su vivienda y su casa natal, convertida en museo de cuadros, clavicordios y pianos del reconocido compositor del siglo XVIII.
En Salzburgo, todo es Mozart. Su imagen resalta hasta en los envoltorios de licores, bombones y golosinas de los escaparates, en la cerámica, y en cualquier souvenir o recuerdo que los turistas quieran llevarse a sus múltiples lugares de origen. Porque a Salzburgo llegan 7 millones de turistas de los cinco continentes: americanos, asiáticos, australianos, africanos y muchos europeos. Una buena parte, atraídos por la cantidad de festivales y, en concreto, por el afamado Festival de Música Clásica, que dura prácticamente todo el verano, desde mediados de julio al 31 de agosto. No en balde, Salzburgo está sólo a 300 kilómetros de Viena y a menos de 150 kilómetros de Munich. Se tarda hora y media en tren desde la capital bávara, a cuyo aeropuerto llegan turistas desde Madrid, París o Moscú, rumbo a la bella ciudad austríaca. Por carretera convencional se tarda una hora más, pero también hay más tiempo para contemplar los verdes campos alemanes y las campiñas austriacas, con sus castillos sobre los verdes campos y los baños termales al pie de las altas montañas alpinas.
El encanto especial de Salzburgo es su magnífico centro medieval, sus iglesias barrocas y su castillo inexpugnable. Nada más cruzar los arcos que separan la parte nueva de la ciudad de la antigua, al otro lado del río Salzach, se observa ya la estrechez de las calles, el comercio abigarrado a uno y otro lado, y las pequeñas y grandes plazas, como la Kapitelplatz, con la enorme escultura del hombre subido en una gran bola dorada, denominada “Spheaera”, obra Stephan Balkenhol (2007).
Estas plazas han sido desde el Medievo mercados al aire libre y siguen ahora rebosantes de artículos turísticos y de productos de gastronomía, principalmente recuerdos y panes salzburgueses, de fina harina y sal, y bollería de todas las clases. Y también están repletas de productos autóctonos, como las típicas salchichas, servidas para todos los gustos, con queso o sin queso, con mostaza o con cualquier otra sugerente salsa.
La comida en Salzburgo no es cara. Tampoco la bebida. Una exquisita cerveza de medio litro cuesta tres euros, y dos salchichas otros tres euros en un chiringuito móvil que se pone en las plazas para dar sustento a los turistas nocturnos. Aquí se puede comer en la calle o en una de las terrazas de las múltiples cervecerías y cafés que existen en la ciudad, que es muy comercial. Pero también hay magníficos restaurantes en el centro y en las afueras de Salzburgo.
Nada más llegar a Salzburgo, la urbe medieval aparece como una estampa secular. De hecho, del techo de uno de los pasadizos que unen las estrechas calles cuelga aún el centenario tiburón disecado que significa que allí comenzaban las antiguas tiendas de los comerciantes de ultramarinos. Hoy la mayoría de estas tiendas se han convertido en bazares de moda que disputan en otra competencia con las reconocidas firmas de diseño internacional. En alguno de estos inmuebles figura la fecha de 1382, por si alguien no se ha dado cuenta del pasado medieval.
La fecha aparece en negras cifras góticas sobre el blanco impoluto en la fachada de uno de los edificios de la enorme Plaza de la Residencia (Residenz Platz), de suelo de arena, que da a la catedral y a la antigua residencia eclesial del año 1120, donde residían los Príncipes-arzobispos de Salzburgo. Esta residencia acoge en su interior valiosísimas salas palaciegas trufadas de frescos y mobiliarios, y piezas pictóricas de los siglos XVI a XIX. Al lado de esta residencia, en la misma plaza, se ubica el Museo de Salzburgo, que recoge una amplia variedad de valiosas obras de arte. En los bajos se contempla el Museo Panorama, con un enorme lienzo circular de 26 metros, que Johann Michael Sattler pintó y dedicó a la ciudad de Salzburgo en 1829. En este edificio se levanta la famosa Torre del Carrillón, cuyas 35 campanas suenan a diario en una armoniosa sinfonía de metal que le envía un cilindro con 7.964 remaches para que suenen. Y todo ello en lo alto de la enorme plaza, en cuyo centro se levanta la suntuosa Fuente de la Residencia, la mayor fuente de estilo barroco al norte de los Alpes. Cuenta la leyenda que según dé el agua en la cara de la figura principal de la fuente se sabe qué tiempo hará al día siguiente. (Quizás por la dirección del viento). Desde esta Torre del Carrillón la televisión de Baviera, la Bayerische Rundfunk, filmó la danza de las antorchas, que iluminó la noche del Festival de Música en la Residenz Platz con cientos de intervinientes en un desfile secular, al ritmo de sones palaciegos.
Al lado, la catedral de Salzburgo, de 1614, se yergue majestuosa. Es la espectacular joya del barroco temprano y el edificio religioso más emblemático de la ciudad. Su elaborada fachada y su cúpula resplandecen en el centro turístico. Es la muestra del poder de los Príncipes-arzobispos de Salzburgo, que en todos los monumentos hacían esculpir las llaves de San Pedro para significar la potencia y la riqueza del que se consideró segundo Vaticano del mundo. Incluso en los frisos de estuco de las decoradas escaleras del Carrillón se observa una escena de angelotes soplando sobre la fortaleza de Salzburgo para denotar que ni siquiera el aire o los avatares de los elementos podían derrumbar el poder palaciego-arzobispal.
Sin embargo la catedral sufrió un incendio y posteriormente los rigores de la Segunda Guerra Mundial, cuando un obús cayó sobre la cúpula del crucero y la drestruyó. Los daños de la catedral tuvieron que repararse a conciencia. Y ahora sus frescos y pinturas murales, y su gran cúpula lucen gloriosos sobre los mismos cimientos en que se asentara la primigenia basílica consagrada al patrón y fundador de la ciudad, San Ruperto. La Catedral está ubicada en el mismo lugar en el que se asentaron antiguos templos celtas y romanos, y también románicos. Y en su interior se conserva la enorme pila bautismal de bronce donde fue bautizado Wolfgangus Teophilus Johanes Chrysostomus, más conocido como Wolfgang Amadeus Mozart. También se pueden contemplar los órganos catedralicios donde el maestro improvisaba sus melodías cuando era niño prodigio. Mozart interpretaba música a los 6 años delante del Príncipe-arzobispo y de su progenitor, maestro también de música a las órdenes de los mandatarios episcopales. Más tarde, el Príncipe-arzobispo conde Hieronymus von Colloredo, que sustituyó al beatífico Segismundo, benefactor del padre de Mozart y del propio músico, no pudo retener a Mozart en Salzburgo y el joven partió hacia Viena, donde escribiría las grandes obras y moriría tras acabar la inefable Misa de Requiem.
El recuerdo de Mozart en la ciudad está por doquier en un enclave que adora la música y que tiene un enorme Palacio de la Ópera que es una maravilla. Es tan clave la música para Salzburgo, que además de las óperas que se interpretan en el enorme palacio se conservan magníficamente los lugares donde se rodó la película “Sonrisas y lágrimas”, en la que la familia von Trapp logra escapar de los nazis tras la interpretación de un concierto coral, saliendo a todo correr por las escaleras del teatro y guareciéndose en una de las tumbas del cementerio de San Pedro para no ser vistos antes de partir hacia el Tirol y Suiza, y después a Estados Unidos.
Precisamente los escenarios que se escenifican en “Sonrisas y lágrimas”, protagonizados por la Familia Trapp, que existió de verdad, se pueden ver “in situ”. En el casco antiguo se ubica el Monasterio de Nonnberg, donde María ejercía de monja antes de convertirse en la Baronesa von Trapp. También están los famosos y bellísimos Jardines de Mirabell, donde la familia Trapp cantaba sus canciones. Y el magnífico castillo de Hellbrunn, y sus juegos de agua, tal y como sale en la película. Este castillo, que hace las ilusiones de los niños con trucos de agua inventados por el príncipe-arzobispo para asombrar a sus invitados, sigue en primer lugar de las atracciones infantiles y de familia. Y pugna con el zoo y en hermosura con el castillo de Leopoldskrom, rodeado de un bellísimo lago y de verde foresta. Sobre esta foresta se encuentra otro castillo aún más grande y más antiguo, la Fortaleza de Hohensalzburg. Está en un promontorio desde donde se divisa toda la ciudad, como en un grandioso mirador, con el caudaloso río Salzach a sus pies. El río serpentea majestuoso bajo los largos puentes que cruzan el casco antiguo con la zona más moderna. Desde uno de estos puentes cuelgan los candados que los enamorados cierran sobre su estructura metálica para sellar su amor eterno.
Desde esta estratégica atalaya de Hohensalzburg, que nunca fue vencida, se tiene una vista panorámica de todo el valle en el que se asienta Salzburgo. Se observan también las antiguas casas se los curtidores, que antes de que se encauzara el río eran la frontera natural de la ciudad. También se ve una pequeña abertura o pasillo junto a la montaña, como sendero que servía de entrada y salida en la muralla de hombres y soldados a las órdenes de los Príncipes-arzobispos. Desde arriba, el poder tenía bien vigilados a sus súbditos. También desde la fortaleza se ve el monasterio de sor María, la que fue esposa de Von Trapp, y más abajo, las tumbas del cementerio de San Pedro, engalanadas de rosas y flores en verano y cubiertas de nieve en invierno. En una de estas capillas al aire libre está enterrada la hermana de Mozart.
El culto a los muertos es tan duradero como el de las artes en esta ciudad de los Príncipes-arzobispos, donde los padres de la Iglesia sabían disfrutar de la vida y cuyo legado han dejado a los salzburgueses y a los turistas de todo el mundo para hacerles partícipes de un bien cuyo Casco Antiguo está declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1997.
Una rica gastronomía
Además de estas reliquias medievales y de las riquezas barrocas, la ciudad de Salzburgo pone al servicio de los turistas una variada gastronomía. Se nota desde el opíparo desayuno del BerglandHotel Gmbh (www.berglandhotel.at), el hotelito ubicado en Rupertgasse 15, donde Ruperto, el propietario, y su esposa atienden de forma magnífica a los clientes que se hospedan en el coqueto y bien cuidado enclave, que cuenta con todas las comodidades y cuantiosos canales de TV en la habitación, incluida TVE y las cadenas deportivas internacionales.
Luego, tras un pequeño trayecto en el trolebús número 4 hasta la parte peatonal, el extraordinario guía Alexander Steinhart, que transita a lomos de su bicicleta, al igual que miles de salzburgueses, muestra las plazas, calles y pasajes del casco antiguo, con sus comercios y tiendas de todo tipo, incluida la casa donde nació Mozart. Tras este aleccionador paseo, almorzamos en el restaurante típico “Zipfer Bierhaus”, en Sigmund-Haffnergasse, 12 y Universitätsplatz, 19 (www.zipfer-bierhaus.at). A base de salchichas, pan salzburgués (hecho en la antigua panadería conventual), escalope vienés, goulash austríaco (plato de carne guisada de origen húngaro, importado a estas tierras en tiempo del Imperio Austrohúngaro), acompañado de un relleno que semeja a los del cocido de España, a base de harina, huevo, caldo y perejil. Todo ello bien regado con cervezas de Salzburgo, turbia de trigo o rubia de cebada, que tienen fama de ser de las mejores del mundo.
Y después se baja la comida con una serie de visitas encantadoras: la iglesia de San Francisco, la Universidad, los alrededores del Palacio de la Ópera, uno de los más grandes y majestuosos de Europa, San Pedro y su cementerio, los hermosos Jardines de Mirabell y su museo colindante. Y se hace tiempo para asistir al Mozart Dinner Concert en el restaurante “Stifskeller St. Peter”, el más antiguo de Europa Central. Es una maravilla gozar de una cena, regada con vino austríaco, salpicada con arias de las óperas más conocidas, interpretadas por famosos tenores y sopranos, con músicos ataviados con trajes del siglo XVIII. No hay mejor ocasión para saborear los buenos caldos y aplaudir a los reconocidos artistas.
Al día siguiente, desayunamos en el Café-Konditorei Fürst, en Brodgasse 13 (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.) (www.original-mozartkugel.com), donde Martin, el bisnieto del pastelero que elaboró el original bombón de Mozart, Paul Fürst (1856-1941), muestra una de las exquisiteces más sabrosas de los dulces del mundo. Se trata de una esfera de chocolate rellena de una pasta de mazapán y frutos secos (nueces) que resulta muy apetitosa y que se ha hecho famosa por su calidad y por llevar la efigie de Mozart con la palabra “original” en un envoltorio azul, para distinguirse de las copias realizadas por otros bombones de papel rojo. Martin Fürst posa orgulloso delante del retrato de su bisabuelo, que se exhibe en la tienda como agradecimiento a exquisito legado de chocolate. Y porque, además, Martin tuvo que ganar en los tribunales el derecho a que el fruto de su bisabuelo fuera reconocido como el “genuino” bombón de chocolate Mozart que se vende en Salzburgo. Los demás son copias.
Pero no es posible irse de Salzburgo sin deleitarse con una de las comidas más sabrosas de la nueva cocina. Esta vez de la mano del dueño del restaurante “Brunnauer im magazin”, en Agustinnergasse 13ª, excavado en la roca (www.magazin.co.at) (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.). En su coqueto interior y también en la terraza del jardín que los clientes piden como mesa nada más salir el sol, se pueden degustar platos tan sabrosos como el pollo rebozado con patatas y tomate, y el rodaballo a la plancha en un lecho de patatas, langostinos y verduras. Todo ello regado con tres clases de vinos maravillosos: Chardonnay, Sauvignon y del país. Y de postre, un exquisito regalo: un enorme souflé con frutas rojas y nata que hace las delicias del comensal. Y más si se toma después un diminuto café expreso, antes de contemplar toda la extensa bodega de vinos (muchos franceses y españoles) y quesos de todas las clases al servicio del cliente. El propietario y afamado chef, Richard Brunauer, y su esposa, Sybille, son magníficos anfitriones.
Y, para finalizar, por la tarde, hay que dejarse enternecer y suspirar en una de las famosas y apacibles terrazas de Salzburgo, como la del Café Tomaselli, en la que se sirven tartas de chocolate, nata o melocotón realmente deliciosas.
Antes de partir no podía faltar la degustación de la sabrosísima Hamburguesa Sacher, de fama internacional. Es la del Hotel Sacher, en Schwarzstrasse 5-7 (www.sacher.com) en cuya terraza, al lado del río, se siente la eternidad al paso tranquilo de bicicletas y peatones que cruzan pausadamente los alargados puentes. Desde aquí se observa el barco turístico sobre el río y se goza de las panorámicas de la ciudad y de su Fortaleza. La Hamburguesa Sacher está recomendada. Lo mismo que la tarta de chocolate, la Sachertorte, uno de los placeres de la vida. Tan placentera como toda la ciudad, anteriormente muy rica por sus minas de sal y muy poderosa por la influencia de sus príncipes-arzobispos, grandes mecenas del arte, que mantenían sus joyas, iglesias y palacios para transmitir la cultura, sin saberlo, ahora, a los ocho millones de turistas y viajeros que gozamos cada año de esta increíble maravilla.
Más información: www.austriatourism.com
TEXTO Y FOTOS: JOSÉ CARLOS DUQUE / MERCEDES ACERO / LOMEJOR.COM