El Bierzo: La energía del turismo

Viaje al centro de las antiguas minas (De Sabero a Ponferrada)

 

La comarca leonesa de El Bierzo fue provincia española en 1821. Y su capital era Villafranca, con más resonancia entonces que Ponferrada. Pero esta veleidad duró sólo dos años, hasta que acabó el trienio liberal. La verdad es que El Bierzo es una importante y rica zona leonesa. Ocupa la cuarta parte de la actual provincia de León y ahora se abre al nuevo turismo. Por sus atractivos el Turismo será el octavo Sello de Calidad de esta exuberante comarca.

 

 

El Bierzo, con 119.827 habitantes, de los 448.000 de la provincia leonesa, dispone actualmente de 7 Sellos de Calidad: El Botillo, el Vino, el Pimientos, la Manzana Reineta, la Pera Conferencia, las Castañas y las Cerezas. Y toda esta riqueza se asoma en el bellísimo escenario natural que recorren los turistas nacionales y extranjeros por todas las rutas, incluidas las del Camino de Santiago y Las Médulas. Y ahora se abre una nueva vía turística que conforma la historia alternativa de la antigua energía.

 

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De Madrid a León el AVE recorre los 288 km de ferrocarril en dos horas y un minuto mediante una energía eléctrica limpia y cómodos vagones. A unos metros de la nueva estación del ferrocarril, ya se pueden ver las góticas agujas de la catedral de León, “La Pulcra Leonina”, por su blancura exterior y sus arbotantes que sostienen las finas paredes trufadas de coloristas vidrieras, las mayores del mundo.

 

Por la mañana, un autobús traslada a los periodistas especializados a la nueva ruta de la energía alternativa, la del turismo que muestra el antiguo patrimonio industrial, minero, agroalimentario y social berciano: Lugares como Sabero, Cistierna, Corullón, Villafranca del Bierzo, Las Médulas, Cornatel, Fabero y Ponferrada, se abren como grandes atractivos para que en la primavera del 2024 figuren como un gran polo de atracción turística. De hecho ya lo son, a tenor de las visitas que reciben, pero es solo el inicio de una gran escenario global que tendrá gran repercusión.

 

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En Sabero, las antiguas instalaciones siderúrgicas y mineras se elevan en un enorme templo de ladrillo y piedra, rodeado de castilletes de las bocas de las minas, esas torres de hierro que izaban las jaulas en las que los mineros se introducían en las bocas de las minas de antracita.

 

El Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León se alza como una catedral en las antiguas instalaciones de la Ferrería de San Blas. La que primera que usó en el Bierzo altos hornos de cok y tecnología moderna. Es la gigantesca nave de estructura neogótica de cubierta ojival, sin ninguna columna en medio, destinada desde 1846 a taller de forja y laminación. En su panzuda enormidad se exhiben como iconos mineros los colosales tornos con los que se fabricaban las piezas siderúrgicas en el taller de laminados, las fotos retrospectivas de los años de máximo esplendor, los útiles mineros y una enorme bola de carbón con los fósiles de helechos incrustados en el negro y pétreo documento, como una “Piedra Roseta” del carbonífero. Aquí está toda la didáctica minera del Bierzo, con los poblados mineros, las casas donde vivían, al lado de la mina, los servicios sanitarios y el economato. Visitarlo es retrotraernos un par de siglos. Todo está igual que antaño. Y es un lugar recomendado por su idoneidad cultural para el turismo familiar.

 

De Sabero a Cistierna hay un paso, poco más de siete kilómetros. Aún se ven los restos de minas a través de los castilletes que se dejan atrás. Pero pronto surge otro lugar digno de interés, el Museo Ferroviario. Desde que en 1894 se inauguró la línea La Robla-Valmaseda, Cistierna se convirtió en ciudad ferroviaria. Y allí, los antiguos mineros muestran también la importancia que tenían estas líneas férreas para llevar el carbón hasta Bilbao, para los Altos Hornos Siderúrgicos.

 

En el Museo de Cistierna hay antiguas máquinas de vapor para transportar mineral y toda una serie de utensilios relacionados con las antiguas locomotoras. Cistierna es famosa por sus Ollas Ferroviarias, a base de alubias, carne y otros ingredientes. Cada año se celebran concursos gastronómicos de estas ollas. Nosotros probamos la que realizaron Manolo y su mujer, y nos sirvió Mariano en su restaurante. Realmente sabrosa. Estas ollas se cocinaban en el mismo tren y constituían la comida del viaje que realizan los ferroviarios en el traslado del carbón del Bierzo hasta Bilbao.

 

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En Corullón, la atención gira en torno a la antigua minería del Wolframio, el mineral semirradiactivo que tuvo gran demanda en la segunda guerra mundial. Endurecía y protegía cañones y tanques y los alemanes pagaban por este mineral un dineral. Era conocido como “el oro negro”. El sueldo de los mineros era un maná en los años en los que estuvo abierta la mina que se sentía en los comercios y bares del Bierzo, en una insólita actividad que se conocía como Las Vegas bercianas. Los mandos militares alemanes iban a León a dejarse ver y circulan en los museos sus fotos hechas en el Hotel Alfonso VI, entonces el mejor de León, sin importarles la vida de aquellos mineros que fallecían tras entrar en las instalaciones sin las debidas protecciones.

 

En la falda del monte se ven aún los restos del poblado que el Ayuntamiento de Corullón quiere rehabilitar para convertirlo en un centro cultural y de eventos que atraiga al turismo. Porque el wolframio del Bierzo tiene un historial plagado de vivencias, glosadas en interesantes ensayos y novelas.

 

Aquí, en Corullón, el alcalde socialista, Luis Alberto Arias, que ha arrasado en las elecciones en un pueblo de 788 habitantes, ofrece en la terraza de la todavía inacabada Casa de Cultura un refrigerio en el que las cerezas bercianas y los vinos Mencía y Godello son los protagonistas, junto a las empanadas de verdura y botillo.

 

Mariano Vidal, un berciano propietario del Centro de Turismo Rural Villamencía tiene la mejor arrocería del Bierzo, “poque he estado cerca de treinta años en Alicante, en el Hotel San Juan, y sé todo de arroces”, dice.

 

Desde la Casa de la Cultura de Corullón se observa un edifico blanco. Es el de la bodega de J. Palacios, diseñado por el afamado arquitecto Rafael Moneo, premio Príncipe de Asturias. Su blancura resalta en el mar verde de viñedos y es tan coqueto como el edificio municipal de dos plantas que emerge en la carretera del pueblo.

 

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Sólo cinco kilómetros separan Corullón de Villafranca del Bierzo, la efímera capital berciana. A la salida de Corullón el coche frena de inmediato, porque se levanta ante nuestros ojos, al lado de la carretera, la iglesia románica de San Miguel, del siglo XII. Tiene una nave de tres tramos que termina en un ábside semicircular. Sus modillones decoran los aleros con representaciones de personajes, animales fantásticos y reales. Y no faltan las referencias jocosas y obscenas. Destacan los capiteles decorados con motivos vegetales y otros con formas diabólicas.

 

En Villlafranca del Bierzo, Camino de Santiago, la referencia es el Parador Nacional de Turismo. Inaugurado en 2011, sus más de cincuenta habitaciones resultan tan confortables como modernas. A las afueras del pueblo, el trayecto hasta el centro es un grato paseo andando. En sus calles y puentes se levantan las poderosas obras del magnífico escultor Arturo Nogueira. Su casa es todo un museo que, como nos dice, no le importaría abrirlo al público para su visita, eso sí, de la mano de las administraciones. La casa solariega en la que se ubica, en la Calle del Agua, ya merece la pena ser visitada, pero el medio millar de esculturas de terracota, bronce y metal que se suceden en los tres pisos y el taller es realmente fantástico.

 

La cena en el “Mesón Don Nacho” sorprende a visitantes y turistas. El comedor en el que hay aforo para cincuenta personas, se observan vinos de calidad de todos los rincones del mundo. Los pescados son exquisitos. “La frescura es total, ya que los recibimos de Galicia cada día”, dice Pedro, el alma mater de este negocio que se califica como de “cocina tradicional”.

 

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Camino de Villafranca a Las Médulas, es visita obligada el Castillo de Cornatel, en Villavieja, cuya historia es tan fantástica como real y puede hacer competencia a la mejor telenovela moderna. Cuenta las andanzas, amoríos y luchas del Conde de Lemos. Enclavado en lo más alto de las montañas bercianas, el inicial castillo de Ulber, como se le conocía, fue un asentamiento romano. Pero su esplendor llegó en el siglo XV, cuando el primer Conde de Lemos lo convirtió en su residencia palaciega y punto fuerte de sus estados. Las luchas fratricidas por la propiedad entre su hija legítima y su nieto bastardo hicieron intervenir a Fernando el Católico, que tuvo que acudir desde el cerco de Granada varias veces para dirimir la contienda. La entrada al castillo cuesta 3 euros y desde sus balcones se contemplan las vistas más hermosas del valle berciano.

 

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A escasos kilómetros, entre la bajada y subida por las carreteras estrechas, pero muy bien acondicionadas, se llega a Las Médulas, las minas de oro que explotaron los romanos hace dos mil años, en los siglos I y II de nuestra era.

 

En las Médulas, el observatorio al pie de los Montes Aquilianos ofrece una de las maravillosas vistas de esta mina tan ancestral como curiosa, que aún conserva el idilio entre los habitantes ibéricos, los castreños, y los soldados romanos que invadieron la península y en la que se asentaron durante siglos. Gracias a los romanos tenemos la lengua latina, el derecho, y la cultura que nos inculcaron. Y ellos explotaron nuestros recursos, como el oro sacado de las minas. Y lo hacían con un singular procedimiento: el “Ruina Montium”. Es decir, conducían el agua de riachuelos montañosos hasta los canales horadados en la montaña. El agua hacía presión sobre el aire atrapado y reventaba literalmente la montaña. Luego recogían la tierra, la lavaban y seleccionaban el oro. Lo llevaban a Roma y acuñaban el “aureo”, la moneda por antonomasia del Imperio, que valía 25 ases.

 

La gente cree que los romanos se llenaron de oro en Hispania, pero la rentabilidad de esta explotación fue escasa en la Península Ibérica.

 

Hace algunos años, los lugareños hurgaban las faldas de las montañas para intentar conseguir alguna laminilla del preciado metal que aún dejaron los romanos. Pero ahora este entorno está protegido. Fue declarado Bien de Interés Cultural en 1996, Patrimonio de la Humanidad en 1997 y Monumento Natural en 2002. Y está prohibido hasta recoger las castañas que caen desde las ramas de los elefantiásicos y milenarios árboles. Son propiedad de sus dueños hasta una superficie conocida como la de “la sombra del suelo”. Y si se recogen en este entorno constituye un robo. Es lo primero que aprenden los más de cien mil turistas al año que recorren las faldas de montañas ocres de Las Médulas. Claro que los turistas que acuden a contagiarse de su magia y su exuberancia no se quedan allí. Por eso es imposible saber los que visitan este precioso entorno. Sólo hay que decir que el año pasado el agua que suministra el cercano embalse de Carucedo estuvo a punto de agotarse. Al lado del Centro de Visitantes tres vinos del Bierzo dan una cata a los periodistas. Bodegas Godelia, con sus Mencías y Godellos, nos encantó, de la mano de Sandra Amigo Uría, enóloga.

 

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Cerca de Las Médulas se encuentra Fabero, otro pueblo minero por excelencia que conserva aún el encanto de sus famosas minas. La famosa empresa “Antracitas de Fabero” suministró calor a todo Madrid.

 

Sus minas, sus galerías, las antiguas viviendas de los mineros, con su economato, son tan curiosas como didácticas. La alcaldesa de Fabero, Mari Paz Martínez, que revalidó su mandato, ahora como independiente, está muy animada para continuar la obra de promoción turística que lleva realizando en el pueblo desde hace años.

 

Tanto la alcaldesa como los ediles muestran con orgullo la Gran Corta, la mina a cielo abierto, que supone un magnífico escenario para observar la inmensa labor minera que daba trabajo a cientos de mineros y a sus familias, que vivían en el pueblo, costeados al cien por cien por las empresas mineras.

 

El Poblado de Diego Pérez con sus casas en batería, continúa como antes, en el mismo pueblo. Una de las casas está abierta para contemplar cómo era capaz de vivir la familia minera en cuarenta metros cuadrados, con su pequeño jardín adosado. No se tenían que preocupar de nada. La empresa les ponía todo. Que nada les faltara: alimentos, alojamientos, educación y dinero. La comida a través del Economato Marrón, que tenía de todo, desde Cola-Cao y alimentos de todo tipo, a bicicletas para los niños. Incluida la asistencia sanitaria y, claro está, el carbón que quisieran para enrojar la pequeña cocina bilbaína de la época.

 

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Junto al famoso Pozo Julia de antracita, un antiguo almacén de maquinaria hace sonar aún la sirena que anunciaba antaño cualquier suceso. Y dentro de una de las galerías mineras se reproduce el sonido de los barrenos y de los martillos neumáticos para picar el carbón. Al lado, las salas donde se secaban los trajes de los mineros, en perchas colgadas de los altos techos, las fichas que dejaban para recoger las lámparas y las pilas, y hasta los canarios enjaulados que avisaban del grisú y del gas emanado del interior de las galerías que llevaba a la muerte dulce de los mineros por envenenamiento. Era el procedimiento anti peligro casero pero certero.

 

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De Fabero a Ponferrada hay 32 km. Y se cubre en un poco menos de media hora por buena carretera.

 

Ponferrada resplandece como una gran ciudad. No en valde es la capital de El Bierzo. Es amplia, con 63.000 habitantes y 38 núcleos de población. Estrena nuevo alcalde, tras las elecciones del 28M, el popular Marco Morala. El partido Coalición por el Bierzo, de Iván Alonso, fue determinante en el pacto municipal y le ha llevado a ser de nuevo el concejal encargado de Medio Rural y Patrimonio, Infraestructuras, Turismo y Protección Animal.

 

En Ponferrada hay mucho que ver y mucho que hacer aún por el turismo. La ciudad es encantadora y lleva de historia. Tiene buenos hoteles y estupendos restaurantes, con una amplia gastronomía. Su Castillo de Los Templarios, como se denomina a la impresionante fortaleza que enseñorea la ciudad y besa el río Sil, es un factor dinamizador del turismo. Lo visitan más de 140.000 turistas al año. Y es que por su falda pasa también el camino de Santiago, como señala su director, Francisco Javier García Bueso.

 

La enorme fortaleza está en continua investigación arqueológica. Se han encontrado pallozas y restos romanos en varias catas realizadas en el subsuelo. Se suman a otras en las que surgieron un centenar de piezas de artillería (enormes bolas de piedra). Y es que cuando Ponferrada pasó a depender de la Orden del Temple, en 1178, por donación de los reyes leoneses, ya encontraron una pequeña fortaleza cuyo origen era un castro y también una ciudadela romana. La cantidad de blasones y escudos dan la idea de la cantidad de personajes que enseñorearon la fortaleza, así como las mejoras a la que fue sometida como defensa del Camino de Santiago para los peregrinos, con unas obras en el año 1282.

 

Su máximo señor fue el primer Conde de Lemos, Pedro Álvarez Osorio, en los s. XIV y XV. La muerte de su primera esposa, Beatriz de Castro y de su único hijo, Alonso Osorio, le dejó sin descendientes reconocidos. De su segundo matrimonio con María de Bazán tuvo cuatro hijas, la primogénita comprometida con el hijo de su mayor enemigo, el Conde de Benavente. Este hecho hizo que éste reconociera como heredero legítimo a Rodrigo, nieto suyo e hijo bastardo del difunto Alonso Osorio. Con el fin de reclamar la herencia, le otorgó a Rodrigo el distintivo de la Tau, una marca que permanece labrada en distintas partes del castillo, entre ellas el arco de la entrada. Al final tuvieron que ser los Reyes Católicos quienes se hicieron cargo del Castillo de los Templarios para que este bien fuera de realengo y se acabaran las disputas regionales.

 

Desde entonces, el legendario castillo sigue siendo motivo de admiración, como todo Ponferrada, uno de los centros turísticos más importantes de El Bierzo.

 

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Turística es también la grandiosa escultura de acero cortén “Homenaje al cine”, del grandioso catedrático, pintor, escultor pintor y escritor berciano, José Carralero, una eminencia. La escultura está en una enorme rotonda, junto al Hotel AC.

 

Precisamente ahora se suma también lo que será el mayor atractivo, por su envergadura y por sus posibilidades en Ponferrada.

 

Ya está en funcionamiento la Fábrica de la Luz y el Museo de la Energía, un escenario fantástico que de manera divulgativa muestra las antiguas instalaciones de la Minero Siderometalúrgica de Ponferrada. Presenta los antiguos muelles de Carbones, la Nave de Calderas y la Nave de Turbinas, que estuvo en funcionamiento hasta 1971. La fábrica ha sido reconocida con el premio Europa Nostra a su rehabilitación. En una de las salas del museo se encuentra una vieja locomotora del ferrocarril Ponferrada Villablino con la firma PV. Una de las dependencias de la antigua primera central térmica se ha reconvertido en restaurante, regido por Jesús y Nieves. Se come de maravilla. Pero hay que reservar, porque la demanda es grande, aunque en el lugar caben cincuenta personas. Se recomiendan las croquetas de jamón con una fina lámina de cecina de vaca, la empanada con mejillones y chorizo, la menestra de verduras, el rape con chipirones a la plancha y unos riquísimos postres con helados. (Museo de la Energía, Av. de la Libertad, 46, 24404 Ponferrada, León.  987 03 93 55).

 

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Y para culminar el interesante viaje al centro de la energía, se añaden las antiguas dependencias de la Central Térmica de Compostilla I, de Endesa, que supuso una inversión millonaria en Ponferrada, y que se convierte poco a poco en un centro polivalente, que engloba el sector turístico, con actividades culturales e innovación tecnológica en el marco de la energía. Es otra catedral dedicada al turismo del Bierzo. En su interior florecen los helechos, maravillosamente cuidados, que crecen unos centímetros en décadas, como una reproducción del Bosque Carbonífero. En varias salas se celebran seminarios culturales. Y en la enorme y principal, donde se ubicaban las calderas de las centrales, un clúster de empresas, dirigidas por expertos de la UNED, comienzan el camino del desarrollo limpio hacia las actividades lúdicas y atractivas de esta zona de El Bierzo (León), como el turismo, que permitirá también explotar muy pronto el inmenso Centro de Congresos que se desgrana en su interior.

 

Texto y fotos: José Carlos Duque. Copyright

 

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