Los asturianos más destacados, premiados
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- Publicado: Lunes, 10 Septiembre 2012 14:45
- Escrito por Super Usuario
Los asturianos más destacados, premiados
Las Medallas de Asturias 2012 se otorgaron a Sergio Marqués, Marigel Álvarez, Antonio Suárez, Colectivo de Carteros Rurales y José Manuel González
El presidente del Principado, Javier Fernández, presidió la ceremonia de entrega de las Medallas de Asturias concedidas este año por el Gobierno asturiano. Las Medallas de Asturias 2012 se otorgaron, en su categoría de oro y a título póstumo, a Sergio Marqués Fernández, ex presidente del Principado, y de plata, a Marigel Álvarez Martínez, artesana quesera; Antonio Suárez Gutiérrez, presidente del Grupo Marítimo Industrial (Mar); Colectivo de Carteros Rurales, y José Manuel González Santamaría, atleta paralímpico. A la ceremonia de entrega asistieron también los miembros del Consejo de Gobierno, además de numerosas personalidades de la vida social, cultural, económica, militar y política de la comunidad.
La ceremonia, fue presentada por los periodistas de la Televisión del Principado de Asturias, Elena Reales y Pedro Laguna, se abrió con la proyección de sendos videos sobre cada uno de los galardonados con las Medallas de Plata, a la que siguió la lectura de los principales méritos por los que reciben el galardón. Tras la entrega del mismo, se proyectó un video sobre el ex presidente Sergio Marqués. Su viuda, Elena Prendes, y uno de sus hijos, Guillermo Marqués, fueron los encargados de recoger el galardón.
El presidente asturiano destacó en su discurso que sobran las razones para sentirse orgullosos de Asturias. También reafirmó la idiosincrasia de sus paisanos de los que dijo que "no renuncian a conquistar un futuro mejor". De la misma forma, convocó a sus paisanos a superar el desafío de superar con serena convicción la grave crisis que padece España. Y ensalzó las cualidades de los premiados. A continuación reproducimos íntegro el discurso del presidente, Javier Fernández:
"Septiembre es un mes iniciático. Comienza el curso escolar y los niños descubren el olor de las nuevas páginas. Por extensión, decimos que en septiembre arranca también el curso político, como si se hubiera producido una suerte de pausa y el mundo se hubiese detenido, agostado a los soles de la canícula. Bien sabemos que es mentira y que los acontecimientos jamás hacen parada ni toman descansos. La recesión no se tumba al fresco ni concede relajos. Pero no rompamos la liturgia: bien está que el curso empiece en septiembre y que los demás nos fijemos ahora también nuestro temario, las asignaturas que nos aguardan. Y bien está, también, porque el Principado tiene la suerte de iniciar el curso con un ritual extraordinario: la celebración del Día de Asturias, que incluye la solemne entrega de medallas que acabamos de realizar.El presidente del Principado de Asturias, Javier Fernández,
durante el discurso. El Día de Asturias es una celebración para el disfrute pero también para la reflexión, para que hagamos memoria amplia y con pormenores de esta tierra nuestra. Asturias, lo sabéis, es un territorio pequeño y hermoso, cuyo paisaje sorprendió –y abrumó, y asustó, y hasta espantó- a muchos de los viajeros de alma aventurera y literaria que, hace no muchos siglos, se decidieron a recorrerlo. En un ejercicio similar, os propongo que ahora mismo emprendáis en vuestra imaginación un pequeño viaje personal por Asturias. Elegid vuestro punto cardinal e id hacia el Oeste, el Norte, el Este o el Sur, con el rumbo que os marquéis, a puro capricho de vuestros recuerdos, a los dados de vuestra añoranza, al naipe de vuestro querer. Buscad también la década, el tiempo que os gustaría recorrer. Hacedlo al libre albedrío y el resultado será muy similar, porque estoy convencido de que cuando agotéis ese viaje y regreséis a este punto, al aquí y ahora de esta patria querida nuestra, volveréis convencidos de que sobran las razones para sentirse orgullosos de Asturias, que os acoge tanto como os necesita.
Es probable que en ese viaje atraveséis lugares inhóspitos, escuchéis burlas y desprecios a los asturianos, observéis calamidades, hambrunas, vilezas y guerras. Todo eso, ciertamente, está en nuestra historia. Pero porque supimos pelear, resistir y ganar a lo largo de siglos para hacer una Asturias mejor –mejor es más próspera, sin duda, pero también más rica en conquistas sociales, en derechos y libertades, en autogobierno y plenitud democrática-, hoy estamos aquí reunidos, celebrando esta fiesta y dispuestos a seguir caminando, a continuar resistiendo y a conquistar el futuro. Porque nosotros, los asturianos, no renunciamos a conquistar un futuro mejor.
Sabéis que digo todas estas palabras porque Asturias afronta, al igual que España entera, una fortísima recesión con duras, y aún imprevisibles, consecuencias sociales y políticas. Porque estamos ante uno de esos trances en los que Asturias tendrá que demostrar su capacidad para arrostrar las dificultades, como lo ha hecho tantas y tantas veces a lo largo de su historia.
Pero no os voy a abrumar con la descripción de las negruras de este tiempo de sombras. Simplemente, os señalo las dificultades y os convoco a superar ese desafío común con la serena convicción de que podremos lograrlo. Ésa es la gran asignatura que debemos preparar durante este curso, y hasta la extenuación. Fijaos que no os hablo de derrotar a la recesión, sino de ser capaces de unirnos en esa lucha, requisito indispensable para ganar.
Fijémonos también en los galardonados, en sus vidas fértiles, nutrientes para Asturias. Ellos han dado mucho y hoy se lo agradecemos simbólicamente con este acto, con sus medallas, sus discursos, su pompa y, también, sus trabajos. Mas todo esto sería fútil si se acaba cuando apaguen las luces y arrumben el mobiliario, si no aprehendemos el sentido de este acto y el porqué de los galardones. Si antes os pedí que eligieseis un rumbo, el que quisierais, para viajar por Asturias y su historia, ahora os ruego que incrustéis en vuestra memoria a cada uno de los premiados.
Sergio Marqués
Que recordéis, por ejemplo, la estatura honrosa del ex presidente Sergio Marqués, recientemente fallecido, tan ejemplar en la siempre difícil cordada de bajada. Os lo digo sin sutilezas: no discuto los méritos que le hicieron recibir el voto mayoritario de los asturianos, ni me paro en juicios de valor sobre la gestión de su equipo, pero elogio sin disimulos la tranquila dignidad con la que soportó los reveses posteriores en todos los órdenes. Siempre es admirable saber irse, como él, con la dignidad encaramada a sus altos hombros, sin buscar otro reconocimiento que el saludo franco de sus vecinos, convencido de la obligada transitoriedad de los laureles y de la misma vida. Marqués fue, en esto, un ejemplo para todos quienes asumimos que, por elevadas y nobles que sean nuestras responsabilidades, en algún momento empezamos, sin remedio, a ser pasado. Cuando se cuestiona sumariamente la dedicación política, la honestidad de un ex presidente del Principado es toda una réplica contra quienes hacen piña, empecinados en el denuesto de la política y sus instituciones.
Con ese ejercicio de serena dignidad, Marqués dignificó la condición de presidente del Principado. Porque este cargo, perdonad la obviedad, no es un trofeo que se conquista y se exhibe; es sobre todo una orgullosa responsabilidad que se justifica en el servicio a los demás. Y la elevada dignidad que comporta se debe mantener toda la vida, por respeto propio y respeto a los asturianos. El comportamiento de Sergio Marqués es, en este sentido, todo un ejemplo merecedor de la medalla de oro del Principado.
Antonio Suárez Gutiérrez
Os propuse antes un viaje imaginario e íntimo por Asturias. Un territorio pequeño y hermoso, en efecto, pero cuyas fronteras se han expandido por todo el mundo con la emigración. La emigración es, al igual que la industria, uno de los elementos definitorios de la identidad de la Asturias contemporánea. Una identidad que incorpora una larga lista de capitanes de la industria y, también, de emigrantes que han hecho de su talento una excelente embajada de esta tierra. Antonio Suárez Gutiérrez, presidente del Grupo Marítimo Industrial (MAR), es, y sigo con el símil, uno de nuestros mejores diplomáticos en México. Este empresario –empresario y emprendedor, porque las dos palabras comparten raíz, y las dos son dignas y merecedoras de aplauso- es uno de los símbolos de esa Asturias del viaje fértil, capaz de hacerse transitiva –sí, transitiva; no intransitiva- y germinal allá donde va.
Antonio, llevas hoy una merecida medalla de plata, un merecido galardón para ti, pero el mejor galardón para esta tierra es que continúes tu exitosa labor empresarial.
Marigel Álvarez
A Marigel Álvarez Martínez le hago igual encomienda, si me lo permite. Su éxito –tu éxito, Marigel- será siempre un éxito de esta tierra, dicho en el sentido más lato y más telúrico, si me apuran. De tu mano artesana y tu iniciativa hemos conseguido elevar el reconocimiento del queso casín, hemos re-conocido –también, dicho con toda la intención: hemos reconocido y hemos vuelto a conocer- lo mejor de nuestra geografía gastronómica y de nuestro turismo rural.
Tus logros, Marigel, aparejan muchas enseñanzas. La del talento, la de la empresa, la de la visión del negocio, la de la superación de las adversidades. No sabría bien cuál destacar, porque todas son merecedoras de elogio. Realmente creo que tu mérito es otro, aún mayor: haber compendiado todas esas virtudes para que hayamos vuelto los ojos a los productos de nuestra tierra.
Colectivo de carteros rurales
En las imágenes con que habréis construido vuestro viaje imaginario habrá esquinas urbanas, rectas de avenidas, ciudades de ángulos y luces. Pero se me hace difícil que al pensar en un recorrido por Asturias no asalte la imaginación el perfil de una cordillera, la mansa ladera de algún valle jalonada con pueblos y aldeas. A esas casas colgadas en un lado de la montaña, a las que desde el llano sólo parecen alcanzar las aves en vuelo, llegaron y llegan los carteros rurales, los mismos que repartían las noticias de emigrantes como Antonio Suárez o la propia Marigel. De la mano de los carteros iban y venían las noticias manuscritas de la vida –los hijos de ultramar, el familiar de la ciudad, el maldito recibo que siempre llegaba a tiempo-, y a menudo incluso las noticias impresas, porque los carteros también distribuían los periódicos, aún con la tinta bien fresca. Los carteros rurales eran, y son, la red eficiente que tramaba esa parte irrenunciable de Asturias que es el mundo rural, médula del ser asturiano. La medalla de plata, tan merecida, se limita a constatarlo.
José Manuel González Santamaría
El viaje, lo reconozco, es una metáfora socorrida de la peripecia vital. Muchas veces habréis leído que el viaje es, en sí, el destino, el punto de llegada; el viaje es el aprendizaje, como advertía Kavafis:
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ella, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Ese valor del viaje lo conoce a la perfección José Manuel González Santamaría Santa. Los valores del deporte los nombramos a menudo: la constancia, el esfuerzo, la lucha por la superación. Si esos valores los encarna un deportista paralímpico, todos se multiplican. La medalla de plata es un humilde reconocimiento para quien ha conseguido ser, con los triunfos deportivos labrados por su perseverancia, un referente del deporte asturiano y del deporte paralímpico.
Final
Todos estos viajes personales no se consumen aquí. Hoy nos reunimos para celebrar este viaje colectivo de los asturianos, el andar de siglos sobre la piedra antigua, el campo de siglos, la entraña mineral, el acero dúctil, la ingeniería mínima que abarca el mundo. Para reconocer públicamente la estatura honrosa del ex gobernante, la mirada emprendedora del emigrante, la obra artesana, el andar voluntarioso del mensajero, la tenacidad del atleta. Con ellos compartiremos el viaje, convencidos de que en la escarpada, en la dura subida que nos espera y lograremos culminar, el ejemplo de los mejores nos guiará por la senda del bien común, con Asturias al fondo de todos los caminos.
Asturias, nuestro destino y nuestro viaje común.
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