"Cataluña nunca había estado tan cerca en su aspiración y su anhelo de plenitud nacional"

El presidente de la Generalitat de Catalunya afirmó en su discurso oficial con motivo de la Diada que cada día más catalanes se incorporan al sentimiento independentista. 

PresidenteCatalunyaUn año más, Cataluña celebró el pasado 11 de septiembre su Diada. La Fiesta oficial de Cataluña estuvo marcada este año por la multitudinaria manifestación que recorrió las calles de Barcelona reclamando la independencia para Cataluña. A continuación reproducimos el discurso oficial que pronunció el presidente de la Generalitat, Artur Más con motivo de la fiesta:

Celebramos la Fiesta Nacional de este año inmersos en un clima de dificultades económicas y sociales crecientes, con una dureza casi sin precedentes desde la recuperación de la democracia y de el autogobierno, hace más de treinta años. La crisis que padecemos, y que golpea muchos conciudadanos nuestros, a menudo de manera punzante, se hace larga y es más profunda de lo que se podía prever. Son situaciones que no gustan a nadie, con las que nadie se puede sentir confortable, y que en la medida que no se eligen sino que te las encuentras sólo dejan un camino: hacer frente y hacer frente. Y dejar claro que por dura y larga que sea la época de adversidad que nos toca vivir, le daremos la vuelta, la superaremos y dejaremos atrás.

Y recordaremos, ojalá durante generaciones, las causas y errores que nos hay llevaron y las lecciones que estamos aprendiendo. El presente que estamos viviendo nos pone constantemente a prueba, tanto individualmente como colectivamente. Como personas y como pueblo. Pone a prueba nuestra resistencia, nuestro espíritu de superación, nuestra imaginación, nuestra creatividad, nuestra empuje, nuestro modelo económico, nuestro modelo de estado del bienestar, nuestra generosidad, nuestro sentido del bien común y nuestro patriotismo. Todo ello está a prueba, y no es poca cosa.

Cuando la losa que tenemos encima pesa tanto, podemos caer en el fatalismo o en la desesperanza. Es humano, pero no nos conviene. Hay que luchar, encarnizadamente y sin tregua, contra cualquier sentimiento de desánimo o de desfallecimiento que se pueda instalar en nuestra sociedad.

Para ello, os propongo tres miradas diferentes, y complementarias.

La primera, hacia atrás, hacia nuestra historia. Veréis que a pesar algunas derrotas, que en algún momento podían parecer definitivas, Cataluña nunca fue, ni se comportó como un pueblo vencido. En los senderos de nuestra historia encontrará siempre motivos de esperanza.

La segunda mirada es hacia nuestro lado, hacia lo que nos rodea, hacia el presente. Veréis muchos ejemplos de personas, de colectivos y de entidades que actúan con gran generosidad, con un altísimo sentido del deber y de la
responsabilidad, que hacen cosas, que ayudan, que se mueven, que se movilizan por todo tipo de causas nobles, en todas estas personas, que afortunadamente se cuentan por miles y miles, encontrará también motivos de esperanza.

La tercera mirada es hacia adelante, hacia el futuro. Nunca como Cataluña había estado tan cerca en su aspiración y su anhelo de plenitud nacional. Cada día que pasa más y más catalanas y catalanes incorporan al sentimiento y al concepto que está en nosotros, los siete millones y medio de personas que configuramos la Cataluña de hoy, a quienes nos corresponde decidir libremente nuestro futuro como pueblo y como nación. También este es un sólido motivo de esperanza.

La transición nacional que la sociedad catalana está llevando a cabo tiene un primer objetivo ampliamente aglutinador y compartido: el pacto fiscal. El pasado mes de julio, nuestro Parlamento aprobó por holgada mayoría
la propuesta a defender en las próximas semanas. Así lo haremos. Es urgente, justo y necesario.

El pacto fiscal es el ejemplo más evidente y socialmente más transversal de esta transición nacional. Cataluña tiene suficiente energía interna para vivir mejor de lo que vive. Producimos suficientes recursos y suficiente riqueza para vivir mejor de lo que vivimos. No hay batalla más urgente ni reto más importante que la soberanía fiscal de nuestro país. Y más en estos momentos.

En los últimos tiempos ha quedado definitivamente claro que las legítimas aspiraciones nacionales de Catalunya son inseparables del bienestar de los sus ciudadanos. Es por ello que la soberanía fiscal es a la vez un acto
de afirmación nacional y un acto de afirmación social, en la medida en que los principales perjudicados por no tenerla son las personas individuales y concretas, con nombres y apellidos. Aspiramos además como nación porque aspiramos a más como sociedad, y al revés.

La falsa contraposición entre las aspiraciones nacionales de Catalunya y el bienestar de sus ciudadanos ha quedado en evidencia. No aspiramos a más en unas cosas y menos en otras: aspiramos a más y basta, porque
queremos ser una sociedad europea como cualquier otra. La plenitud nacional de Cataluña y el bienestar y la cohesión de sus ciudadanos no son elementos contradictorios, sino todo lo contrario.

Son tiempos de decisiones difíciles. Muchas de las que deben tomarse no son precisamente agradables. Nos movemos entre las incertidumbres y debilidades del proyecto europeo, y del euro, y la falta de visión y de sentido de Estado que impera en España, y que impide sumar esfuerzos en un momento en lo que esta suma se convierte tan decisiva. Europa no acaba de encontrar su camino, y España se empeña en deshacer el suyo. Cataluña se mueve en medio de este escenario que no controlamos, pero que nos condiciona en el día a día. Si queremos mantenernos en pie en medio de estas fuertes turbulencias, y no perder el rumbo, nuestro país debe navegar sabiendo que cuando el agua inunda el barco debe sacarla como sea, a ser posible con el esfuerzo de todos, a cambio de seguir flotante y de poder llegar a buen puerto, una vez superada la tormenta.

Precisamente porque tenemos que estar sacando agua del barco de manera constante, pido no sólo comprensión, sino compromiso e implicación en todos. La pido, pero sobre todo la agradezco, porque soy plenamente consciente de que gracias a la labor de muchas personas a menudo anónimas, Cataluña hace frente a las dificultades con gran dignidad y notable eficacia. No puedo, todavía, anunciar que le hemos dado la vuelta a la situación, porque no quiero traicionar la verdad ni engañar o engañarnos. Pero sigo manteniendo una fe inquebrantable en que saldremos, fortalecidos y con unos valores más firmes y más sanos como personas y como pueblo.

Deseo de todo corazón que tengáis una buena Diada Nacional. De afirmación y de movilización, siempre presididos por el civismo y por el respeto a las ideas de los otros, aunque no las compartimos.

Mañana muchos compatriotas se manifiestan en Barcelona. Mi corazón será con vosotros. Mi espíritu y mi compromiso, también. A mí, como Presidente de Cataluña, me corresponde un rol más institucional, sumando
afinidades, aglutinando voluntades, preservando siempre que se pueda la unidad del pueblo catalán. Sin embargo, aunque sea en silencio, sabed que su clamor es el mío, que su voz es la mía, que sus anhelos son los míos. Porque en definitiva, sean voces por el pacto fiscal, por el estado propio, por el respeto que merecemos como nación pacifica y democrática que somos, o por nuestra dignidad, son todas voces que se alzan en la misma dirección: más justicia y más libertad para Catalunya!

Cada uno decidirá cómo quiere participar en la Diada. Sea en los actos institucionales, en los de movilización en la calle o desde otros lugares, hagámoslo siempre con espíritu de suma, sabiendo que somos y seremos observados, dejando oír nuestra voz, serena y clara, y exhibiendo y proclamando firmeza de nuestras convicciones, de nuestro compromiso y de nuestra estima por Catalunya.

Visca Catalunya!